lunes, 25 de abril de 2016

PEGARLE A UN PADRE, guillermo morales (la bella varsovia, 2016)

El segundo poemario de guillermo morales sigue la línea del primero: sintaxis descoyuntada, una lengua personal (que mezcla palabras del medio rural, neologismos, cultismos y arcaísmos), y un título pegadizo. En este caso el poemario es más orgánico. Su inspiración sigue girando alrededor de la naturaleza, el medio rural, los ancianos. Ya el título nos habla de la iconoclastia, de rebelarse contra lo establecido, de oponer los significados personales y las interpretaciones subjetivas (o las no-interpretaciones) a la "verdad" culturalmente establecida, a la mirada aprendida, por decirlo de alguna manera. Mirar por primera vez, sin prejuicios, sin sobreentendidos. Solo mirar y ver. Dejar hablar a la naturaleza sin sacar conclusiones, sin buscar respuestas o significados ocultos. Observar sin convertir en emblema o en categoría o en metafora. Una mezcla entre Husserl, el Caeiro de Pessoa y el topico renacentista "alabanza de campo, menosprecio de aldea". Un ejemplo:

Un relincho predica y no legisla.

Hay una piel de mulo -una chispa
que te hace arder los ojos.
Algo mueve y vincula más allá
de la retina
al rabo y los escombros, el para mí prodigio.

Este día, ¿cuánto te reveló en su grupa?
Eso significa que el mundo
se ha hecho ajeno.
Somos
el unigénito,
y hemos desconocido la herradura.

Después del día de sofrito y poza,
el humano círculo y las atenciones del menisco,
los más guapos suelen aburrirme,
la hartura pone el foco en el hinojo
y en cuanto le rodea.

Sólo digo que me hubiera bastado
con ver la golondrina
comiendo de mi mano.

Puedo jurar que un galgo me ha guiñado el ojo.

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